No pretendo ser "original" con el encabezado de la entrada del Blog en el día de hoy, ya que imagino que algún columnista usará el mismo o parecido mañana (si no lo han hecho ya en alguna de sus ediciones electrónicas). Y tampoco pretendo jugar a las adivinanzas: supongo que todo el que lo lea, recuerde la sevillana, y la siga tarareando (Algo se muere en el Alma cuando un amigo se va) sabrá perfectamente al Amigo al que me estoy refiriendo: nuestro Cardenal Arzobispo Fray Carlos Amigo Vallejo. Y, siendo consecuentes con la filosofía que hemos presentado las últimas semanas de que una Hermandad debe ser parte activa de la Parroquia y de la Iglesia y, por tanto, ocupar y ejercer el papel que nos corresponde en este ámbito, creo que hoy mi obligación es dejar a un lado la presentación de propuestas e ideas para nuestra Hermandad y dedicar este espacio a glosar la figura de nuestro Cardenal. Llegado desde Castilla, nos ha demostrado en estos 27 años como un castellano puede ser también un buen sevillano. Ha sido una persona conciliadora, que ha sabido ganarse el afecto de Sevilla y de sus Hermandades (y todos sabemos qué difícil se lo podemos poner a alguien si lo consideramos "forastero"), entender nuestra idiosincrasia y, desde su posición, tratarnos con cariño y con justicia (y, me atrevo a decir también, que en algunos casos con caridad cristiana), pero también recordarnos el mundo en el que vivimos: por poner un ejemplo, él ha sido el gran impulsor de la presencia de las mujeres en nuestra vida interna y externa. Así creo que unánimemente se le ha reconocido desde que se conoció su renuncia obligada por motivos de edad y el nombramiento de un Arzobispo Coadjutor. En lo que se refiere a nuestra Hermandad, durante su mandato obtuvimos el título de Pontificia, otorgado por el Papa Juan Pablo II, se aprobaron nuevas Reglas en dos ocasiones (1986 y 2007) y tuvimos el privilegio de contar con su presencia en varias Funciones Principales de Instituto. Además, publicó un artículo en el Boletín especial "75 años con nosotros", editado con motivo del 75 aniversario de la realización de nuestras Imágenes Titulares por Antonio Castillo Lastrucci, casualmente cuando yo era el Director de dicho Boletín. Por ello, y a modo de homenaje a Fray Carlos, os adjunto íntegramente dicho artículo:
"La Hermandad de Nuestro Padre Jesús ante Anás y María Santísima del Dulce Nombre celebra el 75 aniversario de las imágenes de sus Sagrados Titulares.
Fe y religiosidad están en la esencia, tradición y futuro de nuestra Iglesia. Nos acercaremos a esa realidad con amor y respeto. Valores y defectos irán apareciendo en este dinámico retablo, en el que los misterios y las imágenes toman un peculiar movimiento y se meten en los acontecimientos familiares, en las fiestas del pueblo, en las hondas celebraciones de Semana Santa.
Elemento imprescindible en el contenido de la religiosidad popular es el culto, aprecio y relación con la imagen. Para el Pueblo es algo más que una simple representación de lo sagrado, para convertirse en una particular forma de presencia de Cristo, de la Virgen María, de los santos. Se la venera y visita, se la rodea de expresiones culturales, se hacen de ella múltiples y variadas reproducciones y se pone en el santuario, en la casa, se la lleva consigo en alguna estampa u objeto personal. En el encuentro con la imagen se establece una especie de relación mística en la que el diálogo se hace íntimo, oracional, creyente.
La imagen, el icono, la figura, es el soporte material, artístico, sensible, de una realidad invisible. Un reflejo del misterio de la Encarnación del Verbo en el que la visibilidad de lo humano conduce al reconocimiento de Dios. De lo sensible a lo que no se ve, de lo material a una contemplación espiritual. Es como un puente que enlaza al hombre con el misterio.
"La belleza y el color de las imágenes estimulan mi oración. Es una fiesta para mis ojos, del mismo modo que el espectáculo del campo estimula mi corazón para dar gloria a Dios" (San Juan Damasceno). "La contemplación de las Sagradas Imágenes, unida a la meditación de la Palabra de Dios y al canto de los himnos litúrgicos, forma parte de la armonía de los signos de la celebración para que el misterio celebrado se grabe en la memoria del corazón y se exprese luego en la vida nueva de los fieles." (Catecismo de la Iglesia Católica, 1162).
Con la imagen llega el mensaje y contenido de la fe; con el retablo, el evangelio. Pero sabiendo muy bien distinguir el camino del santuario, el signo del credo de la fe, la representación, del misterio representado. No puede dudarse del gran valor catequético de la imagen. Es como un libro que facilita el que muchos puedan leer unos textos a los que no van a tener acceso de otra manera. "La iconografía de Cristo implica, pues, toda la fe en la realidad de la Encarnación y su inagotable significación para la Iglesia y para el mundo. Si la Iglesia la práctica, es porque está convencida de que el Dios revelado en Jesucristo ha rescatado y santificado la carne y todo el mundo sensible, es decir, el hombre con sus cinco sentidos, para permitirle ser renovado sin cesar según la imagen de su creador (...) El arte sacro debe tender a darnos una síntesis visual de todas las dimensiones de nuestra fe. El arte de la Iglesia debe procurar hablar la "lengua" de la Encarnación y, expresar con los elementos de la materia a Aquel "que se ha dignado habitar en la materia y llevar a cabo nuestra salvación, a través de la materia", según la bella fórmula de San Juan Damasceno." (Juan Pablo II, Duodecimun Saeculum)".
Hasta siempre, Fray Carlos. Creo que la Hermandad de la Bofetá guardará siempre un entrañable recuerdo de sus 27 años de mandato. Y, por supuesto, bienvenido Monseñor Asenjo, nuestro nuevo Pastor.